Rastro de Valencia
  Picoteando como los pollos
 

   

    ¡Mírelos, no más! parecen pollos picoteando, me decía el Bolivar (un ecuatoriano transportista y chatarrero) mirando a sus competidores como doblaban el pescuezo en dirección al suelo y escarbaban en los restos del mercado. 
     Hombres, mujeres y niños se disponen a servirse gratis en el último tramo de la feria. Todo lo que queda abandonado por los suelos no son más que las zurraspas que no tienen valor comercial para el vendedor: pero aún aguantan otro repaso.
    Entre la necesidad y la avaricia, el termino medio se encuentra en quienes picotean como niños chapoteando en un charco:  
    Jose es un un joven de aspecto gótico que busca todo lo que tenga reminiscencias del Art-Decó. Siempre consigue algo y se va satisfecho con la sonrisa de un monje budista.  
    Marimar es una chica que no conoce otra manera de disfrutar el Rastro si no es picoteando como los pollos. La conozco desde que era una cría y solo falta a su cita semanal, cuando tiene el trastero saturado y los remordimientos de conciencia la sumen en un arduo dilema: ¿tirar o no tirar?.
    Vicente, mientras picotea, mira y observa como un poeta los los deshilachados versos que ponen el punto y final a ritmo de balada.
    Salva y Dana son una pareja de jóvenes libertarios que picotean por convicción.
    Esta es la imagen que se repite cada domingo y funde en negro al Rastro hasta la próxima.

 


 

    
  
       

 

 
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