Rastro de Valencia
  Vendedores y Público
 


VENDEDORES

    El vendedor de Rastro es ese trapero, ropavejero, chamarilero, chatarrero, misterioso y entrañable. Continua con la  misma tradición de reciclar, comprar  y vender barato. Es independiente y autosuficiente (como los gatos) a diferencia de las Fundaciones y ONG´s, que hacen lo mismo, con el fin de mantenerse activos en la lucha contra la exclusión social. Los Traperos de Emaús en Navarra y el Rastrell en Valencia son los pioneros en el Estado Español que, en 1978 y 1983, respectivamente, organizan la recogida de cartones, chatarra y enseres para reciclarlos y comercializarlos. 
    A gran escala, esto es el Rastro, donde la suma de todas la individualidades consiguen atraer a un público cosmopolita en un ambiente de feria.
    Nuestra faena va unida al interés que despierta el observar la vida cotidiana de las personas (ínclitas o sencillas)  al transcurrir el suficiente tiempo, como para que cuando le hechas un vistazo, te sorprende casi tanto como si fuera una cosa nueva, en ese momento, el presente se relativiza y el futuro comienza a esclarecerse: son historia.

 
EL PUBLICO

    El público que acude al Rastro proviene fundamentalmente de Valencia y pueblos de alrededor. Independientemente de la nacionalidad, acude con la intención de conseguir, el articulo que sea, a buen precio.
    Los magrebies y subsaharianos especulan en sus países de origen comprando aquí, barato, para vender allí, caro. Ropa, zapatos, mochilas, bolsas y zapatillas de deporte; menaje, pequeños electrodomésticos y aparatos electrónicos. Madrugan y son muy puñeteros regateando.
    Los latinos compran solo los artículos que necesitan para amueblar la casa y decorarla junto con los complementos para el vestir: bolsos, gafas y bisutería y, para los niños, al igual que los africanos: juguetes y material infantil.
    Los de Europa del este son escasos pero también acuden a curiosear.
    Los chinos, por el momento, ni se acercan al Rastro. Tan  solo uno de ellos se atreve a regatearnos desde hace mucho tiempo, chapurreando el castellano. Es un hombre mayor, con la sonrisa de Buda, que compra lo que le llama la atención, sea lo que sea.
    Los autóctonos buscan aquello que en el Rastro saben de antemano, que si lo encuentran, será a buen precio. Los coleccionistas de vinilos, juguetes, fotos, libros, tebeos, comics, aparatos de audio antiguos, cámaras fotográficas, cerámica, pintura, escultura, grabados, instrumentos musicales, guerra civil española etc., madrugan y repasan uno por uno cada puesto y están al corriente de cuantas novedades aparecen cada domingo.
    A media mañana, el Rastro crece exponencialmente. Entre 5 y 10.000 personas acuden y trasiegan fascinados por ese ambiente de feria cosmopolita y barata.

  

 
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